¡A la porra los nombres científicos!
Resumen
Los nombres científicos no tienen cabida en los textos y presentaciones al público
Hubo un tiempo en que yo era algo pedante y tedioso. Es difícil de creer, lo sé, pero tengo vívidos recuerdos de lanzar nombres en latín para impresionar a mi audiencia. Era joven e inseguro, y trataba de hacer lo mejor que podía con un caso grave de síndrome del impostor. Recuerdo claramente haber interpretado el papel de una garrapata en una representación insistiendo en decirle a la gente que mi nombre científico era Dermacentor andersoni.
Mirando al pasado, ¿por qué ni se me ocurrió preguntarme cómo podría saber su nombre científico aquel personaje –una garrapata en el campo–? ¿Acaso había encontrado un minúsculo librito de botánica debajo de una margarita? ¿Cuánta gente de la audiencia sería capaz de recordar ese nombre? En todo caso, ¿qué significan esas palabras? ¿Y cómo podría el aprendizaje de esas dos palabras en latín ayudar a alguien a comprender las garrapatas, a apreciar su lugar en la naturaleza o a estar preparado para encontrarse con garrapatas en el campo? ¡Dios santo! Ahora, cuando miro al pasado, pienso que era un idiota.