Manuel es un luchador por la tarea de “aterrizar” la arqueología al nivel del común de los mortales. En sus actividades junto al privilegiado entorno de Atapuerca lo consigue

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  • Manuel Luque Cortina Manuel es un luchador por la tarea de “aterrizar” la arqueología al nivel del común de los mortales. En sus actividades junto al privilegiado entorno de Atapuerca lo consigue

Resumen

En el interior de la cueva... sin luz.

“Pon las manos sobre la mesa, no, no, un poco más a la izquierda, ahí. ¿Qué te sugiere?”

–Pues... tierra.

“Eso que palpas son pequeños trozos y polvo de arcilla, la materia prima de la cerámica. Además, notarás algunos elementos duros de tamaño pequeño, son piedras. Ahora desplaza las manos hacia tu derecha”.

En la cara de Ernesto se refleja una expresión de asombro. “¡Está frío!”, dice. “¿Qué es?”

“Es la misma arcilla troceada y en polvo de antes, mezclada con agua. Más o menos lo mismo que se te pega a los zapatos cuando vas al campo en tiempo de lluvias. ¿Notas su viscosidad y su adherencia? La arcilla mezclada con agua se convierte en una sustancia plástica fácil de manipular. Puedes darle cualquier forma. Intenta fabricar algo parecido a un cilindro alargado. ¿Ya? Ahora un poco más a la derecha. ¿Qué notas?”

–Varios cilindros como el que acabo de hacer, pero superpuestos, pegados, uno encima de otro, como si montáramos una torre de rosquillas formando un... vaso, ¡es un vaso! Todavía está húmedo, puedo sentir como se clava mi uña en la pared exterior y tam bién noto las pied ras del principio entre la pasta, ¿Para que sirven las piedras? ¿Es un vaso, no?

“Sí claro. Mira, si continuas hacia la derecha te encontrarás con ese mismo vaso ligeramente modificado. ¿A qué modificaciones me refiero?”

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